Siempre he sido muy curioso. ¡Me encanta aprender! Actitud que, con el ejemplo, siempre he tratado de despertar en mi alumnado. ¿Y las Matemáticas? ¿Qué puedo decir de ellas? Bufff, ... Pues que siempre he sentido admiración y adicción por las mismas; después de todo, se trata del
gran arte de la resolución de problemas; porque es eso, ¿o no? Y la verdad es que me cuesta mantener un punto de vista no interdisciplinar en su enseñanza y aprendizaje; no puedo evitar enlazarla con fuerza con la Física, la Biología, la Geología, ... la Robótica, la Inteligencia Artificial, la Astronomía, la Economía o el Arte... Las relaciones son tan fértiles, ricas y reales que me es imposible amputar algún tentáculo. Las Matemáticas están en todas partes y quizá fue precisamente eso, junto a mi inicial e incipiente infelicidad profesional -al reducir la Matemática escolar a simples retahílas de ejercicios y actividades sin alma-, lo que me llevó a replantear el esquema que, impregnado de inercia, llevé al aula durante mi primer año de docencia. Imagino que la forma en la que trabajo actualmente no es más que una consecuencia lógica de mi forma de ser: ¡Esas plantas que cita Juan Vaello Orts! Este artículo, muy lejos de presentar verdades universales absolutas, pretende ser una muestra de agradecimiento a los grandes de la Educación (Dewey, Kilpatrick, ...), así como mostar
el un camino hacia la felicidad como docente y como discente de algo tan maravilloso como es esta disciplina que nos ocupa; y que como buen amante del conocimiento y software libres, no puedo evitar compartir con todos ustedes... ¡Ojalá llegue a todos los Departamentos de Matemáticas!
ACTUALIZACIÓN: "Cuaderno de bitácora de la nave Enseñar Matemáticas", por Jordi Adell. ¡Gracias!